lunes, 25 de marzo de 2019

9. Herencia del abuelo

El abuelo Luis Humberto Pinto, aunque tuvo parentela de las prestigiosas marcas textiles Pinto, en generaciones pasadas también estubieron presentes los conflictos de herencias, de donde sus padres quedaron en la pobreza, alcanzó sólo los estudios de primaria, en su juventud se vio obligado a migrar desde su natal Otavalo a Quito junto a su esposa Leonor Brito y sus 2 primeres hijes, Jaime y Flery, desde entonces ha hecho todos los esfuerzos por sacar adelante a su numerosa familia acarreando 3 generaciones de pobreza, cuando joven no ha tenido tan buenas actitudes, con la llegada de los nietos se llenó de amor y ternura, en la memoria de Juan solo dejó buenos recuerdos, tuvo su puesto de herrajes en el mercado Plaza Arenas hasta que su salud le permitió, allí era reconocido y apreciado, la gente le conocía por sus varillas San Cipriano, que según el servían para encontrar tesoros enterrados, era apasionado por la lectura, lo místico y esotérico, de allí sus muchas historias de misterio con un mensaje ético, acostumbraba reunir a la familia en las noches para contar sus historias que fueron aprendidas por la matriarca Flery y también por Juan como una forma de entretener a les niñes y unificar a la familia, para darles credibilidad a las historias el abuelo las contaba como desventuras y acontecimientos a familiares, como la ocasión en que la viuda amarcó al bisabuelo por soberbio, o el guagua diablo que se le apareció en la madrugada por ir a buscar a caballo al tío fiestero, o la ocasión que escuchó a la caja ronca durante una romería a Otavalo, o la ocasión que se le apareció el padre sin cabeza cuando regresaba ebrio dispuesto a agredir a la abuela, además contaba las tradicionales leyendas locales como el padre Almeida, la casa 1028, Cantuña, la olla del panesillo, la dama tapada y muchas otras con las que hubiese podido escribir su propio libro. Otra forma de unificar a la familia era los juegos de azar, como buen otavaleño extendía en el suelo la estera de totora, entre la gran familia se formaba un círculo para jugar rumi, perinola o a los dados con su cómico y original tubo de 1 metro, donde batía o como decía el “chocolateaba” los dados como prueba de que gane o pierda era sin trampa, claro los juegos adquirían emoción con las humildes apuestas en sucres, la extinta moneda del Ecuador. Murió en la extrema pobreza a causa de un problema respiratorio, cuidado por la tía  Rut. No tuvo ninguna posesión que heredar a sus hijxs más que su local de herrajes que el tío Mario lo atiende actualmente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario